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Oscar Cuervo en su buen blog que suelo leer con mucha atención nos presenta el siguiente comentario con título “678 ES UN ESQUEMA AGOTADO”.
Copio un párrafo “Presman dice que 678 fue muy importante,
pero que las voces discordantes que solían aparecer en los primeros años
aparecen en el programa cada vez menos. Es un momento penoso porque la
reacción general de los panelistas fue la peor: una defensa corporativa
no ya del gobierno, sino de su propio kioskito.”
Y entonces me pregunto: ¿Cuervo también nos está tratando de
asalariados K? Si es así, qué feo. No veo defensa de kiosko porque las
reacciones de los panelistas fueron eso: las reacciones de los
panelistas defiendiendo lo que creen que hay que defender, errados o
acertados. La crítica kioskera de Cuervo (con quien suelo coincidir en
sus columnas en más de un 90%, para peor está respaldada por el amigo
Gerardo Fernández con quien suelo coincidir en más de un 100%) es la de
ubicarnos en espejo con la corporación TN y afines.
Aclaración: usaré la primera persona del plural sin permiso de mis compañeros del programa. Me hago cargo y tomo ese riesgo.
La verdad que hacer 678 no se parece a ganarse unos pesos en un
kioskito, es más parecido a picar una montaña de gentes corporativas y
medios corporativos y empresas más poderosas que nosotros. Y cuando digo
nosotros incluyo a Cuervo y a muchísimos más.
Hacer este programa es angustiante, es difícil, es pesado, es
complejo, es arriesgado, y a veces te deja literalmente la espalda
arruinada, o te da dispepsia, y también es emocionante, y es hermoso, y
provoca insomnio, y calenturas, y tristeza a veces. No es que uno sea un
héroe, pero estamos lejos de ser la burocracia de un kiosko. Es un
laburo porque recibimos un sueldo. Como recibe un sueldo el médico que
te cura a tus hijos. ¿El médico tendría un kioskito entonces?
Pregunto: ¿Por qué no podemos defender lo que queremos y lo que creemos?
Hacer 678 es esto también, tener que defendernos de compañeros que
nos dicen que defendemos nuestro kioskito. Explicar el delito de cobrar
por trabajar. Explicarles cosas cuando nos dicen obsoletos, cuando nos
critican desaprensivamente como si fuésemos muñecos de la tele. Hacer
678 es hermoso y es horrible.
Y también creemos, quienes hacemos 678, que defenderlo es defender
otras cosas mucho más importantes que un programa de televisión. Aún
ante esa obviedad Cuervo ya no lo defiende, lo quiere descartar y está
bien. Para él es un kioskito que se puso viejo. Un vagón de la línea A
con proyección de asado.
Me esmeré anoche –y la producción- para que Presman tuviera todos los
descargos posibles y más, para que esto que Cuervo mal cuenta aquí no
ocurriera. Y el invitado los tuvo. El programa duró diez minutos más de
lo habitual para darle a Presman la última palabra. (A nadie le importa,
pero es inédito en la tevé que un programa se estire diez minutos).
Para que ningún amigo o periodista pudiera escribir “y como había un
invitado haciendo críticas, levantaron el programa del aire”. Ese era mi
miedo. Confieso entonces que mi “dar la palabra” no fue porque soy un
alma caritativa ni un demócrata del pluralismo republicano super sport y
todo eso, sino por perseguido, por psicopateado, porque 678 es el
“politburó”, el monstruo de la comunicación. Eso también es 678, un
espacio donde a veces no es posible mantener una charla con naturalidad,
primero porque es televisión y segundo porque hay que calcular que
muchos que nos están viendo piensan que somos unos fanáticos
autoritarios que odiamos al hermoso pluralismo.
Y aquí se ve que el fuego amigo igual nos cae encima por más
esfuerzos que uno haga para parecer lo suficientemente pluralista. Pero
veo que al pluralistismo no le alcanza con las voces disonantes, el
pluralistismo quiere más, pero no sé qué es.
Fuimos tan pluralistas con Sarlo que nos callamos la boca ante sus críticas.
Hacer 678 es sentir que uno hace algo malo, porque muchos se encargan
de que uno lo sienta. 678 está mal. Es el hecho maldito de la
televisión hamburguesa.
Yo no sé si 678 es un esquema agotado como parece saberlo Cuervo. Sí
sé lo que dijo Presman y acuerdo con él: en la televisión pública
–aclaró que no se lo pedía a 678- debería haber programas periodísticos
donde poder ver a opositores discutiendo y aportándonos sus proyectos,
sus críticas y sus sueños. Sería bárbaro. No sé por qué eso no existe.
Sólo existe 678 y eso no depende de mí, ni de Gvirtz, ni de Barone.
Cuervo también anota “…Presman había tenido un cruce interesante con
Sergio Burstein sobre la causa Amia y la actuación de las organizaciones
judeo-argentinas y el estado de Israel, discusión que no se dejaba
reducir al previsible eje Clarín vs. Gobierno, y el panel se notó algo
incómodo por una conversación que no iba por los carriles habituales.”
Traducción mía: los incomodó no hablar de Clarín que es lo único que saben hacer.
Me pregunto: ¿estuvo mal? ¿tendríamos que haber estado cómodos
escuchando a Burstein contando las interminables penurias de los
familiares de los asesinados para obtener algún tipo de justicia, y a
Presman poniendo en duda esa calidad de justicia y contando la siniestra
calamidad que es el caso AMIA, con implicancias en las internas de la
comunidad judía argentina, y la internacional, EEUU, Israel, Siria,
Irán, las presiones de adentro y de afuera, el encubrimiento, los
chanchullos descomunales, terrorismo, presidentes, jueces, naciones,
víctimas…?
No entiendo cuál es la crítica de Cuervo. Debería estar contento de
que en un programa de la televisión pública ocurran estas cosas de
sinceridad descarnada. Pero no, parece que lo bueno hubiese sido
quedarnos con cara de piedra, cara de tele, cara de “periodistas
serios”. Nunca incómodos. Siempre sobrevolando. Afuera.
Retomo porque me doy cuenta cuando Cuervo escribe “discusión que no
se dejaba reducir al previsible eje Clarín vs. Gobierno” que se trata de
una acusación. Quiere decir que somos unos imbéciles que todo lo
reducimos a eso. Parece no darse cuenta que es él quien utiliza la
verdadera reducción que se ha creado para que 678 aparezca como un
engendro de imbecilidad donde todo es Clarín o Gobierno. Su acusación es
un chiste de Nik. Y en ese slogan lanatiano somos binarios, fanáticos, y
tontos rentados. Una imagen muy conveniente para esconder la verdadera
dimensión que tiene el famoso grupo como articulador de todos los
intereses contrarios al gobierno. Cosa que Cuervo no puede desconocer,
pero sin embargo, a la hora de criticar no puede evitar el slogan: son
binarios. No son inteligentes.
Cuervo escribe “Otro momento interesante: un invitado dice algo no
esperado, que descoloca a todos. Era una gran oportunidad para dejarlo
explayarse, para exhibir fortaleza y apertura ante una crítica
fraternal, escuchar la crítica de alguien que no viene de Clarín y que
apoya las líneas generales del gobierno pero difiere con la línea del
programa. Entonces los panelistas se muestran ofendidos: fruncen ceños,
levantan la voz, interrumpen a Presman y le dicen que no se puede ser
neutral.”
Mentira o error de Cuervo. El invitado se explayó, escuchamos las
críticas, y… lo siento, se le respondió. A lo mejor hubiese sido
preferible no responderle o darle la palabra a Presman hasta las 22:40,
hora en que terminó el programa de anoche. A lo mejor hubiese correcto
decirle a todo que sí, que tenía razón.
Otra hipótesis: a lo mejor lo más correcto, porque a 678 siempre se
le puede pedir mucho más, sería habernos plantado y decir: es verdad,
678 ES UN ESQUEMA AGOTADO, vayámos todos a casa, cerremos este kioskito.
Y dice una verdad Cuervo o acierta: las críticas de Presman fueron fraternales. Siempre lo son.
Cuervo anota “Los panelistas de 678 usan la crítica a la neutralidad
para defenderse a sí mismos, para justificar la propia incapacidad para
apreciar sus defectos: si me criticás, estás alineado con Clarín.”
Es raro, porque en ningún momento se le hizo ese tipo de crítica a
Presman. Pero sí es interesante que el comentario de Cuervo parece estar
preformateado por lo que Clarín dice de nosotros. Debería recordar
Cuervo, si le parece bien, todas las oportunidades incluída la de
anoche, en que escuchamos a nuestros invitados cursarnos críticas en
nuestras caras televisadas. Fueron muchas, muchísimas. Porque 678
siempre parece estar haciendo algo mal, algo que no hacen otros
programas de televisión donde nadie va a decirles lo mal que hacen ese
programa. Así es 678, un programa donde cada dos por tres cae un
invitado que nos cuenta a quienes estamos ahí -haciéndolo todos los
días- que eso que hacemos está mal hecho. Pero enfrentar y aceptar esa
situación parece que no alcanza. Debemos ser de otra manera. Debemos
“apreciar nuestros defectos” dice Cuervo.
Qué interesante psicopateada la de Cuervo quien llegaría a un lugar
para marcar defectos y ante la primera defensa del supuesto defectuoso
le recomendaría “usted debería ser más capaz de apreciar sus defectos,
no los está apreciando como corresponde”.
Sigue la nota “… el programa se había desmoronado la última vez que fue
Lucas Carrasco. Lucas habitualmente se luce cuando lo invitan programas
opositores, los desarma con gracia y agudeza. Pero una estructura pesada
como 678 hoy tiene que dedicarse más que nada a cubrir los flancos que
muestran sus panelistas, y no parece capaz de contener a uno de los
tipos más interesantes que pueden estar en la tele. La ofensa que en ese
momento cometió Dante Palma contra Lucas fue algo peor que una gaffe:
se convirtió en el síntoma de una estructura obsoleta, sin flexibilidad
para aprovechar los imprevistos, que deja muy expuestas las debilidades
ideológicas de sus integrantes y su incapacidad para rectificar un
error. NUNCA hubo en 678 una autocrítica, ni explícita ni implícita,
sobre ese bochorno.”
En principio habría que agregar que Lucas Carrasco, a quien no sé por
qué carajo quiero mucho, es muy capaz de desbarrancar por sus propios
méritos y en cualquier ámbito que se le presente. Aquel programa
horrible, donde no supe qué hacer como conductor (defecto que Cuervo
tendrá más que claro) lo terminé diciendo que me sentía muy mal por lo
que había pasado, y le mandé un abrazo grande y disculpas a Lucas. Claro
que eso también es insuficiente porque al parecer 678 no puede pagar
sus errores con mis disculpas. Nada alcanza en 678, todo es poco, y todo
es mucho.
Sobre esta exigencia de que deberíamos haber sabido contener a Lucas,
me parece muy poco respestuoso para con él. Ni Carrasco es un psicótico
a contener, ni yo soy un psiquiatra conteiner. (Quisiera recordarle a
Cuervo que 678 es el único programa a donde Carrasco es invitado como un
periodista y analista político y no como usa la televisión inteligente
para mostrar a un fanático y desprolijo militante ultraK maleducado.)
Sobre la falta de “flexibilidad para aprovechar imprevistos”. Bueno,
realmente Cuervo es un televidente de altísima exigencia. Quizá conozca
cómo es hacer un programa de estas características en vivo y a diario,
donde todo es un imprevisto, y bueno, por eso exige más flexibilidad y
pericia.
Y sobre la actuación de Dante sólo voy a decir que fue muy
defectuosa, tanto como mi reacción posterior. Ahora que de eso se
desprenda la obsolescencia del programa, no lo sé.
Es que 678 tiene estas cosas. Invitás a un amigo a un asado en tu
casa y te cuenta que ya no ve 678 porque no es como antes, porque
deberíamos hacer otras cosas, invitar a otros, hablar de otros temas,
poner otros informes, tener otros panelistas. Sí, y uno escucha su lista
de defectos, como pide Cuervo. (Para peor después te das cuenta de que
tu amigo lo ve todos los días, pero te lo ocultó.) ¿Debo aclarar que no
se me ocurre criticar a mis amigos por cómo hacen sus trabajos?
Porque
parece que 678 lo podría hacer mejor otro, siempre otro, cualquiera.
Hay una tensión ahí que no existe en otros ámbitos públicos. Hay algo de
fantasma en 678. Una permanente virtualidad, un inventario de
potenciales que se conjugan sin parar.
A nadie se le ocurre pensar que el programa de Nelson Castro lo haría
mejor Pepe Eliaschev. Pero nosotros somos piezas defectuosas, falladas,
con un coro de amigos que a diario propone cambiarlas por otras
mejores.
Por eso Barone (que es amigo personal de Presman y por eso se animó a
contestarle de manera tan naturalmente brusca) lo corrigió cuando
Presman dijo “678 fue un programa importante”. Porque hay algo personal,
como la amistad, como el amor que tenemos por el programa, por nosotros
mismos, y por nuestras ideas. Algo personal como el dolor de que te
comenten que ya no servís. Paradoja cruel: ya no servís para que alguien
venga acá a decir lo que yo estoy diciendo ahora. (Eximo a Presman de
esta idea, todo hay que aclararlo).
Así es 678. Un programa que no acepta las críticas que con frecuencia
van los invitados a hacerle “no estás aceptando mi crítica”. “No estás
invitando a nadie que piense diferente, como pienso yo”.
Un programa donde quien lo conduce se toma cuatro horas de su día
para dar a conocer las críticas de un bloggero no conocido, y
responderlas. ¿Quién otro de la tele haría lo mismo? ¿Quién “bajaría” de
la pantalla a discutir con un tipo “sin pantalla”?
Presman anoche disparó este debate. No con los mismos conceptos que
Cuervo y otros, pero fue imposible al escuchar su crítica no escuchar
las críticas de los que sabemos que piensan como Cuervo. Por eso Mocca
lo aclaró, hizo la salvedad. No era a Presman a quien se le respondía,
era a Cuervo que por eso apareció con fuerza y muy temprano esta mañana
con su propuesta de obsolescencia.
Cuervo cierra su comentario con una aclaración: “No adhiero en
absoluto a los que desde la corporación mediática pretenden descalificar
a los panelistas de 678 tildándolos de corruptos, chorros o ruines.”
De ser así, el estimado Cuervo podría haberse ahorrado lo de “el
kioskito” que me resuena tanto al ingrato Nicolás Repetto cuando antes
de tirar el corchito preguntaba a sus invitados dónde estaban currando.
Un amigo me dice ¿para qué le vas a dar identidad a Cuervo que no es
nadie? ¿para qué le vas a contestar si no lo conoce nadie, si no tiene
trascendencia?
Tengo una respuesta: porque así también es 678. Porque no soy un
muñeco de la tele, soy un tipo como Cuervo que compra el pan y arregla
una canilla mientras intenta pensar qué está pasando con nosotros y
nuestro país. Porque trato de hacer algo bueno por todos nosotros, igual
que Cuervo. Porque cuando voy a una plaza o ando por la calle tengo que
contestar a desconocidos y rendir cuentas por 678. Porque sé que Cuervo
representa a otros compañeros que piensan como él. Porque descubro que
mientras yo creo que 678 me pertenece, hay miles que creen lo mismo: que
les pertenece. Y quizá sea cierto.
Que 678 es de todos. El único programa de la tele que cualquier tipo
de la calle siente que puede cambiar, mejorar, o descartar por agotado.
Ese milagro también es 678. Esa cosa que es de todos y que por eso
despierta tanto celo. Esa sensación de “678 es mío, deberían cuidarlo
mejor”. Es quizá ese sentido de pertenencia, ese cariño, ese apego el
que también resulta en poco respeto por quienes lo hacemos.
Porque logramos que al ser un espacio de sinceridad (no sé si Cuervo
es conciente de que la sinceridad y la televisión son cosas imposibles
de juntar, pero nosotros lo hacemos) parezca que el programa se hace
solo. Que no hay que hacer nada. Que no hay más que unos boludos
alrededor de un escritorio como dijo Lanata.
Que entonces se dicen algunas cosas y después todos a casa. Pero 678
es difícil y cuesta. Tiene un alto costo moral para hacerlo todos los
días. Moral y energético, y un costo ético, de autorreflexión, de
autocrítica, de temores y de introspección. Por eso, porque nosotros
sabemos lo que nos cuesta, es que nos quejamos cuando nos piden más, o
nos piden otras cosas.
Porque además, yo lo sé, tampoco van a gustar estas líneas.
Porque nadie nos obliga a hacer lo que hacemos, y nadie nos pidió el
esfuerzo que describo. Mis disculpas por ser sincero entonces.
Pero
esta discusión estaba latente, anoche Presman puso la pelota sobre el
círculo y hoy Cuervo la pateó. Y yo sigo creyendo que tenemos que jugar
todos los partidos. Hasta cuando algunos compañeros como Cuervo tienen
la mala suerte de patear en contra.
678 no está agotado. Lo que ocurre es que hay una inagotable cantidad
de fantasías, ilusiones y deseos en quienes lo ven con simpatía. Todo
eso se lo piden y nos lo piden. La deuda es enorme, impagable.
Imposible.
Alguna vez un muy astuto estudiante de periodismo empezó a hacerme todos
estos reclamos y le pregunté por qué creía que él y otros podían
exigirle tantas cosas a un programa de tele. Me contestó que a lo mejor
era porque nos veían como superhéroes: los pequeños davides que pelean
contra Goliath.
Yo creo que eso no es verdad. Y es un
peligroso error. A Goliath no se le gana con un programa de tele, se le
gana con una sociedad que se pone las pilas todos los días.
HISTÓRICO
-Octubre 2011-:
con Cristina vamos por el tercer gobierno peronista consecutivo.
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