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La elección de Cristina de Kirchner de operarse en el Hospital Universitario Austral en lugar del Argerich, históricamente destinado a la atención médica de los presidentes argentinos, por lo menos para las emergencias, ha generado suposiciones variadas sobre las causas de dicha opción. Varias explicaciones se dieron en estos días: desde el hecho de que el cirujano a cargo de la intervención, Pedro Saco, es jefe del área de cabeza y cuello en el Hospital, y los avances tecnológicos que ofrece el establecimiento, hasta la coincidencia de que el edificio esté ubicado en la avenida Perón. Para el que conoce las instalaciones, sin embargo, la explicación inmediata que surge es la seguridad: la clínica es prácticamente una fortaleza a prueba de curiosos.
Ubicado en un predio de 36 mil metros cuadrados en el partido bonaerense de Pilar y alejado del caos de la ciudad, el Hospital Universitario Austral se prepara para recibir a Cristina de Kirchner extremando el bajo perfil al punto del hermetismo. La propia estructura del edificio facilita la tarea: construido a partir de una torre principal con dos edificios a los costados, la entrada de los pacientes está unificada en un solo ingreso flanqueado por vigilantes y el escritorio de admisiones. La guardia está separada del edificio principal y tiene una entrada totalmente independiente.
Pero el ingreso es sólo el principio. Cada piso del hospital está flanqueado por un escritorio de recepción y puertas que separan el hall principal del acceso a las diferentes áreas médicas. En el piso de internación hay incluso un oficial de seguridad que controla la entrada a las habitaciones. Así, resulta prácticamente imposible acceder a consultorios o habitaciones si no se tiene una cita previa. Esta distribución también trae como consecuencia la escasa circulación de pacientes y personal médico por las arterias principales del edificio, todo está detrás de las puertas de ingreso de cada piso. De hecho, es más lo que se puede ver de las instalaciones del hospital en la pantalla gigante ubicada en el estacionamiento del predio, que lo que observa el que debuta como visitante.
Perfil distinto
Esta organización interna se relaciona en gran parte con el hecho de que el Hospital Austral es relativamente nuevo: se construyó de cero en la década de los 90, de manera paralela al Campus Universitario que financió el empresario Gregorio Pérez Companc, y se inauguró en el año 2000. Por eso, su perfil es muy distinto del de otros hospitales con más tradición y que están en Capital Federal. En este sentido, tanto su arquitectura como su ubicación ofrecen muy buenas condiciones de seguridad para los pacientes, especialmente los que tienen la talla de un cargo presidencial.
Con este panorama de fondo, tanto los pacientes como el personal del hospital casi no se inmutaron con la inminente llegada de la Presidente. Algunos comentarios de pasillo, pero no mucho más: el establecimiento sigue con su trajín cotidiano y, hasta el momento, nadie ha recibido instrucciones especiales para la semana que viene, a excepción del servicio de cirugía y de los encargados de seguridad, por supuesto. A partir de ayer estos últimos empezarán a reforzar las medidas para limitar el ingreso al Hospital y la semana que viene directamente se cerrará la reja externa y sólo se dejará pasar a pacientes y familiares.
Más allá de estos detalles, el hermetismo respecto de la próxima operación presidencial asombra. No sólo porque el Hospital no realiza declaraciones públicas al respecto, como es de esperarse, sino también porque en los pasillos decorados con motivos navideños todos se llaman a silencio frente al tema. Un bajo perfil que se cultiva desde la arquitectura hasta el personal del establecimiento, que sin duda se convertirá en estos días en unos de los más populares del país.
Adal
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